Vida común




Que no vida en común, que también podría ser.
Sucede que me canso de mi mismo (ese era un poema de Efraín Huerta), pero no, digamos que habito un obsceno equilibrio donde nada va demasiado mal y casi siempre bien.
El fin de semana fui capaz de ver tres partidos de fútbol. Mientras los veía corroboraba el inútil disgusto por ese deporte y sólo la presencia de amigos me tramitía cierta ilusión, más que por esos jugadores que pateaban sin cesar y algunos bastante aburridos para mi gusto. Disfrutaba de los gritos de mi amiga Celia, de ganar mi apuesta en contra de Argentina o Brasil o de los gritos en inglés de mi amigo Michael.
Después de esas horas dedicadas a algo que me la sigue trayendo al fresco, visité la ciudad de Ávila, quizá para mí la menos agraciada de Segovia y cuyo tufillo facha no se me quita ni con la alegría del sol y la compañía de los amigos.
Así pues viví un agradable fin de semana, haciendo cosas que jamás han resultado agradables para mí.
Quizá es la inercia del vivir (esa cómoda inercia) o quizá (en un porciento muy alto), la presencia de gentes que quiero, que disfrutan con algo que no disfruto yo, pero me complace verles felices, apasionados. Mi indiferencia por una ciudad o un deporte se ve transformado en el entusiasmo de hacer algo juntos.
Sigo en la corriente, pero siempre contra ella. A pesar de lo molesto de la huelga de metro para mí, resulta que soy de los pocos que están a favor de ella. Sin servicios mínimos incluso.
Me dejo llevar de un sitio a otro, buscando rutas alternativas, tomando el doble de tiempo, el doble de calor y me digo que está bien aunque me joda un poco. Que lo que hacen hoy con esos trabajadores de una empresa QUE NO SON FUNCIONARIOS, lo podrán hacer mañana con nosotros.
No me disgusto por la gente que no lo entiende. Más bien no entiendo por qué jamás la gente se pone en el lugar del otro.
No sé si son las horas de hospital que he tenido últimamente. Y no me refiero a las mías como paciente, sino de acompañante de mi entorno, que hacen que hasta el tedio y la rutina sean dignos de ser vividos. Cada experiencia de vida, aún mala es eso: vida.
A veces no sólo son salas de hospitales, son ilusiones perdidas, problemas económicos, dignidades laborales aplastadas.
Cada día que comienza veo lo obsceno que puede llegar a ser mis palabras ante cualquiera que sufra, que padezca, que esté triste.
Por eso quizá no quiero escribir mas, no puedo. No creo que lo que diga pueda ser ni de interés ni de disfrute de nadie. Tampoco le encuentro encanto escribir para mí en público. Hay ciertas cosas que el pudor nos debería obligar a hacerlas en privado.

Estoy a pesar de cualquier cosa, rutinariamente en mi mejor momento.

Comentarios

ZoePé ha dicho que…
Eres la persona más inconforme que conozco. Te quiero mucho.
Un beso.
soy beatriz ha dicho que…
Hola Alberto, tu post me pareció más que interesante ya que de distinta forma también me he sentido así.
En cuanto a escribir mmmm... no se, es una necesidad que puede tener sentido o no para los demás y en todo caso eso no cuenta demasiado. Recuerdo que el personaje principal del libro Sinhue el Egipcio, decía al comienzo del mismo algo como: "no escribo para agraciar a los dioses, ni conseguir favores del faraon, escribo para mí". Éste es un concepto que me quedó grabado desde mis trece años, cuando lo leí por primera vez y en ´tiempos en los que ya escribía, tal vez como los clásicos diarios de la adolescencia.
Y el escribir luego tuvo sus prolongadas ausencias, que hoy reconozco como períodos de gestación. También en ese sentido me he sentido identificada con tu post. A veces uno siente que no tiene nada que decir, o por lo menos nada que uno presuponga que pueda llegar a ser de interés para otro, sin embargo hasta esa cosa rutinaria y cotidiana que parece carecer de valor, es un buen espejo donde tal vez muchos se puedan ver reflejados y alentados quizás a buscar horizontes.

Ojalá continúes escribiendo.
Te deseo lo mejor y te mando un abrazo grande!!!
Nacho ha dicho que…
Rebelde ¿sin causa?

Abrazos.
Juncal ha dicho que…
Percibo cambios.
Y no por la edad precisamente...
Hay algo detrás.
Y no es por el estrés precisamente...
Una actitud.
Y no parece casualidad precisamente...
Una reconsideración
Y no aparece de la nada precisamente...

Alguna frase rompedora (véase. La primera sin ir más lejos).
Algún motivo quizá que haya influido a querer cubrir tiempos y apreciaciones fuera de lo virtual y de lleno en lo real.
Y parece buena señal.
Porque lo real, es lo que tiene sentido.
Lo otro va de relleno.
Desde mi mirada
Juncal.
Alís ha dicho que…
Ponerse en el lugar del otro. De eso se trata, supongo. Ahí está el truco para convivir mejor. Con tu pareja, con tus amigos, con tu vecino, con el resto de tu ciudad... con el mundo y contigo mismo.
Siempre me haces pensar, y me gusta cómo lo haces y tus propias reflexiones. Con esto niego tu apreciación de que lo que escribes no es de interés ni de disfrute de nadie. Al menos de una persona, sí. Yo. Y estoy segura que de más. Pero tampoco debe de ser una razón para que escribas. Quiero decir, no me considero yo una razón para que sigas escribiendo.
Aunque ojalá encuentres una, al menos. Porque yo quiero seguir leyéndote.
Me dejó un poso de tristeza esta entrada, aunque confieses estar rutinariamente en tu mejor momento.
Me gusta tu modo de ver la vida. Ojalá la sigas compartiendo.
Y si no, ojalá estés siempre en tu mejor momento.

Besos
bambu222 ha dicho que…
Te noto un poco pesimista y a la vez, me llama la atención que los contratiempos te están sentando bien en el sentido de valorar cosas o fijarte en hechos normales y corrientes que creo que son los que realmente importan;no pidamos demasiado a la vida que seguramente
nos lo negará y sufriremos.Escribe,que hay mucha gente que te lee.¿Porqué será?
Abrazote.
Fá ha dicho que…
Quizás lo que nos salva es la rutina.....

Besos Al...

Entradas populares de este blog

De nuevo Caramel