Adolescencia

Cada día se inventaba un personaje que amar diferente. Cada día era buscaba esa imagen que cuando niño estaba representado por su maestra de preescolar, antes por los brazos de su madre, quizá tratando de rememorar sensaciones, el pecho de su padre cuando le ponía encima de él y apenas gateaba.
Hoy era esa chica que se sentaba en el primer pupitre del aula de al lado, mañana era ese profesor de historia que admiraba por su saber o por su firmeza.
Quizá al final resultaba el tonto de la clase o el tonto del grupo. Aunque nadie lo supiera.
Nadie que persiga el amor en todas sus formas y que necesite ver un espejo que devuelva de sí, la cara mas cálida y placentera deja de ser tonto.
Después de innumerables pasiones vividas en su mente, en las que en su adolescencia se mezclaban y confundían el sexo, la afectividad y el reconocimiento de sí mismo a través de los demás, decidió hacerse adulto.
Le pusieron en la mano un plan de ruta, un esquema de afectividad a llevar. Una vida para construir.

Fué inútil. En ese plan jamás aparecía ninguna de sus historias.