Aeropuertos

Los aeropuertos se han convertido en algo importante en mi vida. Ahora mismo si tuviese uno a mano, no estaría atrapado en un pueblo de Segovia, sin la posibilidad de meterme en la A-6 que está cubierta de nieve y que no nos deja acceder a Madrid. Pero bueno, ¡ha ganado Nadal!.
Pero muy resumidamente contaré algunas historias de aeropuertos o que empezaron en ellos. Algunas las viví, otras me las contaron y otras las imaginé esperando algún vuelo.

Mi primer aeropuerto:

La Habana. Vuelo Habana-Santiago de Cuba.Hace veintitantos años.

Recién graduado me envían a revisar un proyecto de una empresa en Santiago de Cuba. A pesar de mis veintipocos años es la primera vez que montaré en un avión. Tengo la excitación del crío que le han llevado muchas veces al aeropuerto, ha visto cómo se posan esas aves de metal y bajan por la escalerillas montones de personas de un aspecto diferente del que conoces habitualmente.
De pequeño que me preguntaba: ¿existirá China? Sólo he visto bajar gente con ojos oblicuos de los aviones, pero ¿tengo pruebas de que China existe y que de allí viene esta gente?
Todo el protocolo de seguridad me recuerda las inspecciones en la escuela en que tantos años pasé interno. Es una autoridad a la cual no te puedes rebelar y que tienes que dejarte llevar aunque encuentres incómodo y casi humillante cuando te revisan, te preguntan e indagan mas allá de tu piel.
Una vez frente al aparato, comienzo a poner un pie tras otro en los escalones y el panorama de la inmensa pista se empieza a alzar, dando una bocanada mas de aire que me hace sentir mas y mas liviano. Cuando finalmente llego a mi asiento, me ato disciplinadamente y observo. Descubro una extraña solidaridad entre los que te rodean, que al igual que tú, caminará por los aires y además estará a merced del tiempo y de quien lleva esa terrible máquina que desafía la gravedad.
Entre todos hay un tácito - Yo me fío - en sus miradas. Y tú te preguntas si finalmente el final llegará aquí y si esto era todo después de una corta vida.
La nave comienza a correr por la pista y llegado un punto se desata del suelo y cobra una identidad mas individual, libre de la atadura del suelo y del paisaje.
Y se empieza de otra forma a relativizar el tamaño de las cosas, a ver esa pesada carretera que te ha llevado al aeropueto como un gusanillo que apenas tiene importancia en la inmensidad de la tierra.
Es esto. Volar es esto que me permite pensar que el espacio y aún el tiempo sólo existen en nuestra mente, o al menos sólo allí tienen alguna medida.
Llego y el aterrizaje es como un rugido en la siesta de vuelo, en el ya rutinario rudio sordo de los motores.
Hemos llegado.
Una ola de calor me da en la cara, en lo alto de la escalerilla.
Para ser mi primer viaje inicio un casi ritual que se repetiría una y otra vez siempre que pudiera. En lugar de irme al hotel directamente, arrastro mi equipaje (suelo viajar con poco) por la primera calle que encuentro. La distancia a la que cada vez mayor están los aeropuertos, me obliga a tomar un tren o un autobus o incluso un taxi, lo cual me obliga aguantarme pisar de inmediado el sitio desconocido. Los taxistas suelen desconcertarse cuando interrumpes tu viaje y preguntas si estás cerca del hotel y al obtener la respuesta afirmativa les pides que paren. Que te dejen andar.
Recuerdo de aquél primer viaje el insoportable calor y la cantidad de gende de piel negra en las calles. Comencé a bajar una cuesta y mi vista se tropezó con la de una mujer negra, gorda, que llevaba un pañuelo en la cabeza y barría el portal de su casa. Fijé mi mirada en la suya, que escrutaba mi aspecto, mi equipaje, supongo que la curiosidad (la mía también) nos lleva a poner toda la atención en una cara nueva, en una historia desconocida.
Cuando estaba a la altura de su portal, me saludó.


- Buenos días- dijo, ¿quieres un buchito de café recién colao?
- Claro respondí, y me apresuré a ocupar uno de los sillones del portal.
Aquella mujer entró en su casa y a los pocos instantes se apareció con una taza despintada,un plato con alguna magulladura y un vaso de agua fría.
Me tomé el café que encontré exquisito, mientras ella charlaba acerca del calor de ese año y yo le escuchaba como una vieja conocida.
Le dí las gracias por el café y me puse de pie, preguntándole por la dirección hacia la que debía encontrar el hotel. Me señaló hacia dónde tomar con la mano y me dijo..
- Que te vaya bien, y camina por la sombrita que hace mucho calor.
No me preguntó quien era, ni de dónde venía. Yo sólo estaba allí para que me brindara su café y pudiera tener la primera charla de la mañana.
Al salir de allí pensé que aquella ciudad me iba a gustar. Y así fue.

Comentarios

TORO SALVAJE ha dicho que…
Que mujer más encantadora.
Es tan difícil encontrar algo así ya.
Al menos aquí.
Donde siempre recelamos.

Saludos.
Fatima ha dicho que…
Tu post me trajo a la memoria la primera vez (que tengo conciencia) de haber subido a un avión. Y me vino una sonrisa.... :)
Un abrazo
PD. Yo me sentí así de agustito, cuando llegué a Madriz. A veces es dar con determinadas personas: la que te invita a café, la que te ayuda con la maleta, la que te echa un cable para buscar trabajo... Y a veces depende más de la actitud que tengamos nosotros con la gente que de lo que hay al otro lado, porque si tú hubieses negado ese café, ese sillón y esa charlita, la historia habría sido diferente.
Juncal ha dicho que…
Hola Alberto.
Yo tuve la misma impresión que tú ,respecto al tema del control de seguridad, en el mismo aeropuerto y con el mismo destino: Santiago.
Horas de cola y una inspección tan puntillosa, que incluso metían a gente en un cuartito a desvestirse.
A Nacho le mandaron descalzarse y a mí, me abrieron hasta la barra de labios además del oportuno cacheo por una funcionaria.
Cuando llegamos, me habían abierto la maleta y una carta de una cubana que iba allí guardada para echarla en España, la habían abierto y la dejaron arrugada hecha una pelotilla encima de mi ropa.Ignoro si quitaron algún otro papel.
Quise ir a reclamar pero me recomendaron que no perdiese el tiempo.
Santiago, me gustó por su sabor y por sus casas coloniales . la pena es que lo estan dejando morir...
La gente acogedora lo es en toda la isla.
En el aeropuerto internacional no hay ese esceso.Fue todo muy normal.

Siguiendo tus pasos
Juncal
Khumeia ha dicho que…
Entrañable tu relato y admirable actitud la de la mujer que te ofreció el café sin hacer preguntas. Un hermoso recuerdo. Me encantó, gracias por compartirlo.
ZoePé ha dicho que…
Delicioso relato, como el café recién colao.
Un beso, buenos días, en este lado del mundo.
Nacho ha dicho que…
Me has hecho recordar la primera vez que fui a la Habana y una anecdota que me ocurrió poco antes de tomar el vuelo de vuelta para España.
Me acerqué a la barra de la cafeteria y la camerera, con esa gracia habanera al hablar, me dice:"Hola mijito,¿que es lo que tu vas a tomar"?
Un botellin de agua, por favor.Le contesté.
¡¡Ay mi amol, si pensé que tu eras aleman!!

Lo gracioso del caso es que mis caracteristricas no son precisamente las del prototipo de Aleman, soy bajito y moreno.

Gracias por el cafe colao.
JOAKO ha dicho que…
¡Qué mundo tan distinto!
Aquí tal vez algún día fuimos así, ahora mordemos.
Recuerdo que cuando era pequeño en el lugar donde veraneaba había un tío muy guasón (era Sevillano) que se disfrazaba de mendigo haciendo autoestop, cuando alguién paraba le liaba para invitarle a algo, en muchas ocasiones les invitaba a comer ante el estupor de los viajeros, era una carretera apartada en una sierra maravillosa...que recuerdos.
Alberto ha dicho que…
ToroSalvaje:

Si que lo era Toro. Aunque en general la gente de Santiago de Cuba tiene fama de hospitalaria. Al menos así era. Después vino el turismo masivo y las escaceces por lo cual todo se desvirtuó y quizá la gente trataba al forastero con animo de lucro.
Por lo general la gente no recela a menos que le hagas un comentario político.
Yo ni eso.
Un abrazo

Fátima:

Si, creo que esa bienvenida influyó para que me gustara mas la ciudad y de cada gente que conocía allí reconocía una parte de aquella mujer. También creo que la actidud de uno hacia lo que te ofrecen los demás ayuda, pero he comprobado que es mejor confiar siempre aunque te lleves algún palo, que desconfiar.
Un abrazo


Juncal:

Me he hecho especialista en controles de seguridad. Entre los que tenía en Cuba y la antigua URSS y ahora los de USA (y ya casi todo el mundo), ya sé como me tengo que poner, parar y responder. De momento no me han desvestido, pero estoy preparado a ello y siempre llevo una muda de ropa interior simpia...por si acaso...
El episodio de la carta no me extraña. Normalmente se pueden quedar incluso con la carta, cosa que ha sucedido con alguna mía que llevaba alguien.
Un abrazote


Khumeia:

Gracias por tus palabras. Alún relato haré también de Montreal y el aeropuerto Trudeau (se llama así ahora , no?)
Un abrazo

ZoePé:

Me alegro de que te gustara mi café santiaguero...¿tienes tu alguno?
Un besote


Nacho:

En Cuba el surealismo en cualquier sitio puede surgir... así que quizá tu seas para esa compañera el tío mas alemán del mundo.
Creo que fue Titón (el director de cine) que dijo:
"Si Kafka hubiese sido cubano, hubiese sido un escritor costumbrista"
Un abrazo alemán

Joako:

Te asombrarías que se puede encontrar gente así cuando viajas (sobre todo si viajas solo). Recuerdo un pueblo en Alemania donde nunca me dejaban pagar las cervezas. Y yo ni hablo alemán ni ellos hablaban ni español ni inglés! Pero bueno, era un pequeño pueblo y ellos me veía allí, solo y me hablaban aún cuando sabían que yo no les comprendía.
Un abrazo
Khumeia ha dicho que…
Alberto: Sí, el aeropuerto de Montreal se llama Trudeau. Esperaré tu relato, entonces.:)
Miguel González Aranda ha dicho que…
Que diferentes personas y que diferentes culturas.
En este país nunca pasaría esto.

Por cierto de que pueblo eres de Segovia?? yo soy de Coca.

Un saludo

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