Corte de pelo

Una de las tragedias (si es que se le puede llamar así, Juncal) que confronto cada cierto tiempo es lo de cortarme el pelo.
Normalmente nunca le he puesto mucha atención al asunto y apenas me doy cuenta si ya lo tengo largo,o demasiado corto. Al final es la gente quien te lo hace ver.

-Tienes ya demasiado largo el pelo
- No deberías cortarte tan corto el pelo
- Te queda mejor el pelo hacia adelante...

Frecuentemente paso de este tipo de comentarios, pero lo cierto es que alguien que como yo nunca usa el peine (creo que ni de pequeño lo usaba) y está acostumbrado a pasarse los dedos para acomodarse "aquello", nota cierta dificultad para no parecer el tío que sale en la publicidad del 11811 . Pues entonces hay que buscar un sitio donde le hagan a uno el corte de pelo. No sin antes haber probado yo mismo, en casa con una máquina de esas de trasquilar ovejas, con resultados incomentables.
La barbería. Vengo de un país donde eso existía y era un sitio donde exclusivamente le cortaban el pelo a los hombres. Para las chicas estaba La peluquería. No es que yo tenga preferencia por uno u otro, pero me era muy raro cortarme el pelo al lado de unas señoras con rulos. Si ya me parecía un coñazo oir las conversaciones de béisbol o fútbol en las barberías, escuchar de modelitos y de Belén Esteban me saca de quicio (no por nada, pero es raro oír hablar de la Esteban a un barbero). Tópicos aparte, haberlos haylos.
Al final, llego a la conclusión, de que en cualquier sitio donde te cortes el pelo lo vas a pasar mal, y seguramente tendrás que escuchar cortésmente cosas que no te interesan.
Una de mis últimas experiencias fue en una barbería o mas bien una "peluquería de caballeros" que queda en mi barrio en Madrid. Mas que una peluquería parece la ONU. Han pasado por allí chicas y chicos de todas las nacionalidades: ecuatorianoas/os, colombianos/as, "del este" (esto se está convirtiendo en una nacionalidad propia al no poder distinguir un polaco de un ruso).
La chica que me tocó (a mi me "tocan", siempre, me da vergüenza decantarme por alguien en especial) era rumana.
Una chica guapa, que echaba a perder su belleza con una capa de pintura abundante. Observé que quizá pasaría de los 35 años y quizá por eso quería ocultar esos pequeños surcos alrededor de los labios.

Algo comentó para entablar conversación, a lo cual yo respondí cortésmente (como ya me lo espero como que ya tengo la batería de preguntas-respuestas).

- ¿de dónde eres tú?, me preguntó- ¿ colombiano?
- No, yo soy cubano (he observado que pongo siempre el "yo" delante, no sé si a eso le llamarían una autoafirmación de la cubanía)
- Yo soy de Rumania...
- Ahh si- le dije- yo tuve una compañera rumana hace años, muy maja ella...
- ¿en Cuba?
- Si, en Cuba, ella era uno de los técnicos del campo socialista que trabajaban en Cuba...
- Cómo cambiaron las cosas, ¿verdad?- dijo
- Si,- afirmé- esperemos que hayan sido para bien... la verdad es que Ceauşescu era un dictador...
Acto seguido me arrepentí de haber dicho eso, no sé por qué... quizá por el aquella máxima que hay en USA que en una conversación social no debes hablar ni de religión ni de política; pero como siempre me había parecido una chorrada para gente que siempre quiere caer artificialmente bien...

- ¿ el camarada Nicolae Ceauşescu? No ha existido un hombre mas grande en la historia de Rumania y alguien que haya hecho tanto por el pueblo rumano...- me respondió con voz tajante
- Bueno, quizá...yo....- logré decir en tono casi de disculpa.

Con lo cual, me interrumpió y casi se lo agradecí pues la verdad es que no sabía qué decir; me parecía inútil que yo le dijera a una rumana lo que pensaba de un tío que ella había tenido que sufrir gran parte de su vida...

- En tiempos del camarada Ceauşescu teníamos el respeto de todo el mundo, no había viejos y niños pidiendo por la calle, ni gente drogándose y además teníamos el apoyo de nuestros hermanos soviéticos...
Así siguió... tanto que cada vez yo veía mas mechones de pelo encima de esa suerte de sábana que le ponen a uno encima. Casi hubiera sido preferible que me dejaran cubrirme totalmente con aquella sábana pues notaba que aquellas conversaciones de fútbol o de las tetas de alguna famosa se habían silenciado, dejando el espacio a aquella euforia verboreica de la compañera defensora del camarada Ceauşescu.

Por fin calló...

- Ya está, me dijo

Traté de hacer como quien se miraba al espejo y juro que yo no me ví allí y que mis ojos físicamente registraban la puerta de aquel lugar que además no podía ver.

- Perfecto, le dije, mientras le extendía un billete poniéndome de pie y sin esperar la vuelta.

Y añadí (a veces no puedo evitar el comentario socarrón aunque siempre, siempre, me arrepienta)

- El compañero camarada Ceauşescu hubiese estado muy orgulloso de su trabajo...

Salí por patas de allí, no sé si alguien dijo algo o alguien rió... yo sólo sé que desde entonces cuando me tengo que cortar el pelo, me entra una angustia que hago pucheros con la boca.