Un pueblo esconde muchas historias. Muchas vidas pasadas, y también muchas actuales que no se ven. Que permanecen en el limbo sin que sus propios habitantes se den cuenta de que forman parte de una historia actual, y a veces oscura por lo oculta o por lo poco evidente ante la evidencia total. Pasaron tres días antes de recibir el segundo paquete. Este tenía un color amarillo más pálido, como si se hubiese humedecido y secado al sol. Menos abultado quizá y por el tacto mas que papeles contenía unos pedazos duros, piezas sueltas de algo que en su totalidad no parecía configurar nada. Le abrió y entonces vio la empuñadura del bastón, de metal, cobre quizá, con la forma de cabeza de un perro de caza. La madera que soportaba la empuñadura estaba truncada, con un corte reciente hecho aparentemente a mano, o al menos sin usar ninguna herramienta de cortar. Además, tres plumas de pavo real llenas de motas de polvo, un espejo de mano, al cual se le estropeaba el azogu...
Comentarios
Juncal.
De verdad.
De corazón.
He disfrutado mucho con lo que publicas.
Tus posts sobre el Moscú de la guerra fría han sido fantásticos, y cualquier tema sobre el que has escrito siempre me ha resultado interesante.
Te voy a encontrar a faltar.
Ojalá que algún día vuelvas.
Un abrazo.
A mí no me cargaba el vídeo, se veía un cuadrado blanco con la palabra Adiós encima.
Me alegro.
Saludos.
Debo tener mi ordenador hecho un churro, me di un susto tremendo, de pronto desaparecieron todos los vídeos que tenía en mis entradas, pensé, ya me he cargado el blog, pero no, debe ser el ordenata, porque tampoco veo este vídeo, sólo un cuadro blanco. Espero que sea así y que se puedan escuchar los vídeos, mañana lo comprobaré desde el curro.
Otro beso, Alberto.